Este texto fue socializado en la Universidad San Buenaventura Medellín seccional Armenia, en el marco de las jornadas universitarias con el tema de la convivencia ciudadana, aquí lo comparto:
¿EMERGENCIA?: A CULTURIZAR
LAS DROGAS EN EL CONTEXTO DE CONVIVENCIA
Por: Carlos Enrique Correa
Lagos
¿CUÁL
ES LA RAZÓN DE ATACAR LAS DROGAS?
Es
importante que desde las sociedades se realice esta pregunta, y más allá de eso
que también llegue el eco de la misma, a las individualidades, instituciones y
a las familias específicamente. Todos nos vemos afectados de alguna forma por
las drogas, sea porque somos testigos del gran impacto que hacen en la
televisión, en las guerras y en las calles. Pero ¿quién tiene la culpa?. Esa
pregunta la respondo rápidamente, con vehemencia: Nadie.
Nadie tiene la culpa de algo que nos
precede, las drogas nos preceden, están desde que existe la relación naturaleza
– organismo, aquí recuerdo al profesor Tulio Marulanda, nombrado al interior de
la Maestría en Culturas y Drogas de la Universidad de Caldas con un texto
llamado El Reino Prohibido cuando dice:
(…) hace aproximadamente 1.500.000 años,
topóse el Homo Habilis con unas plantas que contenían sustancias psicoactivas
que producían gran placer… estas plantas no sólo les dieron ventajas
adaptativas que favorecieron la supervivencia de sus descendientes, sino que
estimularon el rápido crecimiento del cerebro, que permitió luego, la
sorprendente aceleración que caracterizó la evolución del hombre… Las plantas
psicoactivas han sido un factor determinante, en los homínidos, del crecimiento
del cerebro y del consecuente proceso de humanización (Marulanda, 1999: 112-113
en Tangarife, H, 2010, Pág 76)
Las drogas nos preceden, de acuerdo la
anterior hipótesis científica se dice
que ellas tienen una gran responsabilidad en el desarrollo de los organismos
humanos y vivos en general, lo anterior debe llevar a la siguiente pregunta:
¿Por qué aparece tanto miedo cuando las sociedades-individuos se ven frente a
las drogas?. Miedo, ataque= responsabilidad, es la operación ideal que debe
existir, a nivel psicológico-terapéutico es una de las respuestas más adecuadas.
El miedo es algo de lo que los sujetos se
deben responsabilizar, ante cualquier cosa, no solamente ante las drogas. Es
cierto que las drogas o para llamarlas por el nombre médico-institucional
sustancias psicoactivas, que activan la psique, la alteran o la potencian; han
creado un terror, por las consecuencias que traen desde que están en la
ilegalidad, es importante ordenar a los antes gubernamentales y su contacto con
las sociedades, sin embargo lo que ha pasado en Colombia es que todo ha sido
impregnado por la relación drogas-estado, legalidad-ilegalidad, trayendo
consecuencias socio-económico-políticas graves, como lo dice el doctor Gilberto
Tobón (2017):
El
país es, lo voy a decir por última vez, un Narcoestado, el país está sembrado
por 200.000 hectáreas de coca, eso es un mar y las va a arrancar mata por mata,
usted cree eso?...” no hay ningún producto que dé el rendimiento de la coca (Nos
Cogió la noche-Youtube).
Esta afirmación anterior pone en evidencia
la gran problemática que significan las drogas, al interior de todas sus
manifestaciones, no solamente en lo político-social, en ese camino se viene
desde los años 69-70 con el gobierno de Richard Nixon en estados unidos y su
“Guerra contra las drogas”, se van a completar casi 50 años guerriando contra
las drogas y los resultados que se notan de dicha operación no son los más
positivos.
El ser humano ataca, al contrario de todos
los animales, lo que lo hace impotente, lo que lo sobrepasa o es superior a él,
un lobo ante su superior, lo que hace es alejarse, intentar mediar o unirse
para protegerse. Allí está el grave problema de atacar las drogas, que por más
esfuerzos que se hagan, esa batalla no se puede luchar, atacar o pelear. Acá no
debe existir ningún ataque, la humanidad debe responsabilizarse, las drogas no
se acaban, ni se acabarán.
Entonces ¿qué se puede hacer para actuar
frente a las drogas, incluirlas, aceptarlas y tratarlas? Ese es el camino más
real y consecuente con la problemática, en eso consiste el modelo teórico de la
reducción del daño y la mitigación son según la Comisión asesora para una
política de drogas en Colombia (2011):
(…) las políticas, programas
y prácticas que buscan reducir los daños asociados al uso de sustancias
psicoactivas en personas sin voluntad o sin capacidad de parar su consumo. Se
caracteriza por enfocarse en la prevención de los daños, más que en la
prevención del consumo en sí mismo y sus acciones se dirigen principalmente a
personas que tienen un uso continuado de sustancias psicoactivas. (P. 6)
Existen
a parte de este modelo, como lo conocemos todos y todas, la prevención, y la
intervención. Aunque hay que entender que ellas no son del tamaño de la imagen
del problema, en el Estudio Nacional de Sustancias psicoactivas en Colombia, Gómez,
Mendez. (2013) dice que el alcohol como sustancia legal tuvo 115.697 consumidores
en el Quindío que representan el 35.05% de la población estudiada y sólo 21.323
con consumo perjudicial representando un 6.46% (P.53-58) Estas cifras
demuestran que ni todo consumidor tiene una interacción con la sustancia
perjudicial y que al interior de la interacción con las drogas muchas personas
se quedan sólo en su uso.
En dicho estudio el cigarrillo fue la
primera sustancia legal más consumida en el país, y luego el alcohol, después en
el Reporte de drogas Gil, E. (2017) dice:
Disminuye el consumo de tabaco y
cigarrillo, (hay) una reducción importante en las prevalencias de
vida, año y mes del uso de tabaco o cigarrillo. Además de la prevalencia,
disminuyó también la incidencia o número de personas que iniciaron consumo en
el último año, pasando de 538.815 (4,7%) en 2008 a 258.272 (1,88%) en 2013” (P.
30).
Esa reducción es importante ya que uno
puede pensar que la dinámica de consumo de cigarrillo cambió debido a una
conciencia de salud, a un estigma social y a la rigidez de las normas políticas
frente a su uso.
Para la sustancia ilegal más consumida en
el país, la marihuana o el cannabis se encuentra que en el Quindío hay 20.936 consumidores que representan
el 6.34% de la población estudiada entre 12 y 65 años, con abuso o dependencia
están 14.878 personas que representa un 4.51% (Gómez, Méndez. 2013,
P. 76-83). De esos 14 mil no todos están realizando procesos para dejar su
adicción y no se encuentran en comunidades terapéuticas. El fenómeno desde que
nació ya traía cargas demasiado grandes para sobrepasar a las sociedades.
En este punto entonces lo digo siguiendo a
Luis Schnitman (1987) en su texto Crack, Droga, Adicción y Cultura “el
problema de la droga tiene triple naturaleza, se compone del nivel Psicológico (en
primera instancia), del nivel ambiental y del nivel Químico, Consideramos, el
problema de la adicción a la droga como un síntoma o efecto psicológico,
ambiental y bioquímico” (P.33). Cuando la droga se conflictúa por las
interacciones del sujeto con la sociedad toman esta forma; lo que se ha hecho,
ha sido al revés, primero atacar lo químico, eliminarlo, con todos los matices
utópicos que tiene, luego hacer algo en lo ambiental, entonces se toman las
instituciones, se informa sobre la peligrosidad y el daño que causan y por
último se toca lo psicológico, que son los efectos en el individuo, tanto
psíquicos como orgánicos.
Hablaremos en este texto sólo de los
efectos psicológicos en lo ambiental y en la cultura y se tomarán dos hipótesis
como causas del consumo, abuso o adicción de drogas planteadas por Luis Schnitman
(1987) que son por una parte la “crisis
de extrema egolatría de la cultura y a la otra la crisis de decadencia mítica
de la cultura” (P. 153) a la primera se le asocia con algo que él llama el
refuerzo del yo que trae las sustancias estimulantes como la cocaína y la
segunda la refiere como la dispersión del yo con sustancias como la marihuana y
los alucinógenos como el lsd e ilusionógenos a los que pertenece la primera.
Estas dos hipótesis nombradas por el autor
y especificadas en su texto en lo que consisten es que hay un espacio para ver
como se dijo arriba, la particularidad del consumidor, pues en muchos casos la
experiencia clínica en consecuencia con Schnitman (1987) que el consumo es un
síntoma particular, que se vuelve social cuando se manifiesta por lo externo,
es decir, la imagen del habitante de calle, del estudiante-universitario o
cualquier otro actor en el acto de consumir.
Así
es como se logra abrir el espectro, ¿qué pasa con los sujetos, las familias,
las instituciones y la sociedad, que manifiestan el consumo, abuso o
dependencia-adicción a las drogas? La respuesta es basta y amplia, dependiendo
del contexto.
Todo lo anterior se enmarca en la triada
de la droga, lo que abre un campo a la prevención siempre, no con el horror y
el miedo, con lo que se comenzó este texto, sino con la responsabilidad por los
actos, la coherencia y la ética (en muchos consumidores hay ética por sí mismos
y por el otro); luego se debe reducir los daños producto de las dinámicas con
las drogas, desunión familiar, delitos, enfermedades (Vih y epatitis en los
heroinómanos), si se nota, aquí está implicada la triada; y luego intervenir
terapéutica-medica-políticamente. (Comunidades terapéuticas, hospitales y
grupos de ayuda AA y NA).
Entonces hay una ¿emergencia?: a culturizar las drogas en el contexto de
convivencia, entiendo la convivencia como acción de convivir que significa “1. intr. Vivir en compañía de otro u otros.”
(Rae, 2018), la respuesta sería
un sí concreto, acudiendo al argumento del profesor Tulio Marulanda (1999) cuando
dice que las drogas hacen parte del proceso de humanización, y alrededor de esa
humanización, la culturalización, con el proceso de convivencia; estar con el
otro comprendiendo sus dinámicas, aceptando y a ayudando si es necesario. Las
drogas hablan en códigos diferentes que no son muy comprensibles y tolerables
por el externo, los consumidores están con nosotros desde la molestia, la
familia o en un extremo muy perceptible.
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REFERENCIAS
- Tangarife, H, (15
de Julio de 2010) GENEALOGÍA DE LAS
DROGAS Y SU RELACIÓN CON LAS EXPRESIONES ARTÍSTICAS revista cultura y
droga 15(17): 75 - 87, 2010.
Psicólogo Clínico, Psicoanalista, Magister en Culturas y Drogas, Docente de la
Universidad San Buenaventura Medellín seccional Armenia, Quindío y de la
Universidad del Quindío.